MIÉRCOLES, 14 de abril de 2021 (HealthDay News) -- La carga emocional de tener un bebé puede ser inmensa bajo cualquier circunstancia, ¿pero qué pasaría si no se enterara de que ha dado a luz hasta dos semanas después, y no pudiera tener a su bebé en sus brazos durante más de un mes?
Esa fue la realidad de Yvette Camacho de Fontana, California.
Contrajo un caso grave de COVID-19 cuando tenía casi siete meses de embarazo, y tuvo que someterse a una cesárea de emergencia bajo anestesia general en un esfuerzo por mantenerla a ella, y a su bebé, con vida.
Antes de contraer el virus, Camacho era una mujer de 30 años sana, que experimentaba un embarazo normal, aunque fuera durante una pandemia global. Como empleada en una compañía de muebles de jardín, alternaba entre trabajar desde casa e ir a la oficina, mientras criaba a su hijo de 7 años, Ethan, con la ayuda de su novio, con quien estaba desde hacía mucho tiempo.
En enero, después de que dos de sus compañeros de trabajo se enfermaran con la COVID-19, Camacho y Ethan tuvieron un resultado positivo del virus. Aunque Ethan no tenía síntomas, Camacho se sentía cada vez peor. Comenzó con un dolor de cabeza, seguido de escalofríos al día siguiente, y una fiebre incontrolable un día después. Poco después perdió el apetito, y una fatiga debilitante la mantenía confinada en cama.
"Cada día empeoraba más", dijo Camacho. "Estaba asustada, porque todo lo que leía y escuchaba decir a mis familiares era que las personas que contraían COVID iban al hospital y nunca salían. Le tenía mucho miedo a eso".
A pesar de sus esperanzas de evitar el hospital, Camacho no tuvo más remedio, ya que sus fiebres continuaban en aumento y comenzó a faltarle el aliento. Cuando llegó al Hospital Regional de San Antonio, que le quedaba cerca, el 15 de enero, los médicos le dijeron que ya había desarrollado la neumonía de la COVID.
Medidas extraordinarias para salvar a la madre y a la bebé
Camacho fue anestesiada, y la intubaron para ayudarla a respirar.
"Después de eso, todo pasó muy rápido", recuerda. "Me explicaron el proceso de intubación, pero después de eso, no recuerdo nada cuando me pusieron en coma". Se despertó dos semanas más tarde, bajo unas circunstancias muy distintas.
Después de que pusieron a Camacho en un coma médicamente inducido, los médicos decidieron que lo mejor era llevarla en ambulancia aérea al Centro Médico Cedars-Sinai, en Los Ángeles.
Allí fue donde la Dra. Melissa Wong, especialista en medicina materna y fetal, tomó el mando.
"Recibimos una llamada del Hospital Regional de San Antonio, un hospital más pequeño de nuestra región, y nos dijeron que había una mujer que tenía COVID, que estaba en la semana 29 del embarazo, y que estaba empeorando", recuerda Wong.
Ocho horas tras su llegada al Cedars-Sinai, la condición de Camacho era cada vez más inestable. Para mantenerla viva, necesitaría la ayuda de una máquina conocida como OMEC, que es la sigla de oxigenación por membrana extracorpórea. Funciona como el corazón y los pulmones de un paciente cuando esos órganos fallan.
Pero colocar a una paciente embarazada en la OMEC puede poner en peligro tanto a la madre como al bebé, así que Wong y sus colaboradores decidieron que lo mejor sería que la bebé naciera a través de una cesárea de emergencia.
En tiempo real, los médicos tomaron las decisiones rápidamente, y no hubo tiempo de mover a Camacho a un quirófano. Realizaron la cirugía en su habitación en la unidad de cuidados intensivos (UCI). Wong anotó que esto era altamente inusual, pero que fue necesario.
"Literalmente convertimos su pequeña habitación en la UCI en un quirófano, usando la mesa de bandejas donde almorzamos y cenamos, con unas fundas estériles", recuerda.
Un parto improvisado, e intenso
Más de dos docenas de médicos y enfermeros llenaron la habitación y el pasillo. El equipo de Wong, que la ayudaría a realizar la cesárea, era el más pequeño. También estaba el equipo de la OMEC, que asumiría la atención de Camacho después de que la bebé naciera, y miembros de la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN), que gestionarían la salud de la bebé.
El equipo de la UCIN estaba trabajando bajo unas circunstancias particularmente inusuales, dijo Wong. La bebé no solo era prematura, lo que aumentaba las probabilidades de complicaciones, sino que también se había expuesto a la anestesia que su madre recibió. Esto implicaba que la bebé no podría respirar por su cuenta al nacer, y que necesitaría una reanimación y una intubación inmediatas.
"En esencia tuvieron que trabajar en el pasillo del control de enfermería, y recrear su espacio (con el equipo de reanimación y el equipo respiratorio), todo para una bebé de 29 semanas de gestación, una situación que ya es bastante aguda", señaló Wong. "Fue intenso".
Ese día, el 21 de enero, nació Emery, la hija de Camacho. Pero Camacho todavía no lo sabía.
Pasarían 10 días antes de que Camacho estuviera suficientemente bien como para que el personal médico le sacara el tubo de respiración e interrumpiera la anestesia.
Pero a medida que se ajustaba a su nueva realidad, Camacho tenía dificultades para asumir todo lo que había sucedido. Cuando las enfermeras le mostraron a Camacho las fotos de Emery, rechazó la idea de que la bebé fuera de ella, y lo único en que podía pensar era en su hijo.
"Todavía no había nada claro. Me sentía perdida. Me sentía confusa. No sabía en qué hospital estaba", recordó Camacho. "En realidad no sabía qué había sucedido, ni qué me acababa de suceder".
Día a día y poco a poco, a medida que Camacho y Emery se recuperaban en unidades distintas del mismo hospital, Camacho comenzó a conocer a su bebé a través de videollamadas organizadas por el personal del hospital.
Poco después de que Camacho estuviera suficientemente bien para salir del hospital, a Emery la transfirieron al Hospital Regional de San Antonio.
"Su papá y yo decidimos conocerla a la vez, y poco después de que la transfirieron, por fin fuimos a conocerla", dijo Camacho. "Fue increíble, y tristísimo para mí".
La vida de una madre reciente tras la COVID-19
Ahora, Camacho, Emery y Ethan ya están asentados y juntos en casa. Camacho todavía está afrontando los efectos duraderos de la COVID, entre ellos la falta de aliento, dolores de cabeza, dolores corporales y problemas para caminar. Emery tiene una salud perfecta.
La bebé pronto tendrá 3 meses. Si el embarazo hubiera ido según el plan, Emery sería una niña recién nacida. "El 6 de abril, habría sido considerada una bebé a término completo, a las 40 semanas", señaló Camacho.
Debido a los tratamientos de Camacho en el hospital, sus médicos dijeron que no podría recibir una vacuna contra la COVID-19 durante algún tiempo, pero esto no la ha preocupado mucho. Sin embargo, se siente ansiosa cada vez que ve a una embarazada.
"Después de todo lo que me pasó, cuando veo a una chica embarazada, pienso que debería quedarse en casa", comentó Camacho.
Aunque las mujeres embarazadas se enfrentan a un riesgo más alto de una enfermedad grave con la COVID-19, el riesgo sigue siendo relativamente bajo.
De las más de 83,000 mujeres embarazadas en Estados Unidos que han contraído COVID desde enero de 2020, ha habido 94 muertes conocidas, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. Aunque es probable que sea una subestimación, los CDC han registrado más de 14,000 hospitalizaciones entre mujeres embarazadas con COVID, y 400 casos que requirieron cuidados intensivos.
A pesar de todo esto, las mujeres embarazadas se excluyeron de muchos ensayos sobre las vacunas contra la COVID-19, haciendo que para los médicos resulte difícil ofrecerles unas directrices claras sobre la seguridad de las vacunas. En lugar de proteger a las mujeres de la investigación, Wong dijo que el modelo debería ser protegerlas mediante la investigación.
Aun así, la mayoría de los médicos y todas las organizaciones importantes de este campo, como el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (American College of Obstetricians and Gynecologists), respaldan la vacunación de las mujeres embarazadas.
"Los datos sugieren que la vacuna se debería considerar segura, y que se debería ofrecer a las personas embarazadas", señaló Wong. "Y además, si le preguntara a cualquier ginecoobstetra embarazada que conozco, contestaría que se la pondría en el ojo si se la dieran".
Camacho se siente de forma muy parecida.
"Estoy totalmente a favor de la vacuna, si significa que evitará que otras mujeres se pongan tan graves como yo", añadió.
Más información
Para aprender más sobre la COVID-19 y el embarazo, visite los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU.
Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor.com
FUENTES: Yvette Camacho, Fontana, Calif.; Melissa Wong, MD, obstetrician-gynecologist, maternal fetal medicine, Cedars-Sinai Medical Center, Los Angeles