MARTES, 3 de noviembre de 2015 (HealthDay News) -- Los niños con autismo podrían tener un riesgo más alto de obesidad, y las diferencias en el peso se observan ya en la edad preescolar, revela un estudio reciente.
"Muchas cosas suceden en esas familias cuando los niños tienen menos de 5 años, lo que incluye pasar por el proceso de obtener un diagnóstico y simplemente manejar las conductas cotidianas y conjugar las necesidades educativas y de tratamiento de sus hijos", apuntó la autora del estudio, Alison Presmanes Hill.
"Es posible que las señales y síntomas tempranos de autismo sean tan relevantes para los padres que quizá eclipsen las preocupaciones sobre los problemas con el peso", explicó Hill, profesora asistente de pediatría del Instituto de Desarrollo y Discapacidad de la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón, en Portland.
El equipo de Hill halló que los niños en edad preescolar y los adolescentes con autismo eran un poco más propensos que sus pares sin el trastorno del desarrollo a tener sobrepeso o ser obesos.
Los hallazgos aparecen en la edición en línea del 2 de noviembre de la revista Pediatrics.
Para el estudio, los investigadores pesaron y midieron a más de 5,000 niños de 2 a 17 años de edad que tenían un trastorno del espectro autista (TEA). Se comparó el índice de masa corporal (IMC) de cada niño con el rango esperado según la edad y el sexo. El IMC es una proporción entre el peso y la estatura.
Los niños con un IMC en o por encima del percentil 95 se consideraron obesos, mientras que se consideró los que estaban en o por encima del percentil 85 tenían sobrepeso. En total, el 34 por ciento de los niños con autismo tenían sobrepeso, en comparación con el 32 por ciento de la población general, y el 18 por ciento de los niños autistas eran obesos, frente al 17 por ciento de la población general.
Las diferencias fueron más sorprendentes en la edad preescolar y la adolescencia. En comparación con otros niños de su edad, los autistas de 2 a 5 años eran más propensos a ser obesos: un 16 frente a un 10 por ciento. Y los adolescentes con autismo también presentaban un riesgo más alto de obesidad que sus pares: un 26 frente a un 20 por ciento, según el estudio.
Los investigadores también recabaron información sobre la conducta, las capacidades mentales, el consumo de medicamentos y otras afecciones médicas de los niños. A medida que las puntuaciones en escalas de problemas del sueño y dificultades conductuales aumentaban, lo mismo sucedía con el riesgo de obesidad, encontraron los investigadores.
"La característica más llamativa de este estudio es que las diferencias en un peso malsano entre los niños con un desarrollo típico y los niños con un TEA son aparentes incluso ya en la edad preescolar", dijo la Dra. Sonia Monteiro, pediatra del desarrollo del Hospital Pediátrico de Texas, en Houston. Los factores contribuyentes podrían incluir la alimentación selectiva, una participación más baja en la actividad física y el uso de fármacos que podrían conducir al aumento de peso, planteó.
Hill señaló que un motivo posible de los niveles más bajos de actividad física en los niños más pequeños es que los preescolares con autismo podrían participar en actividades sociales con menos frecuencia, algo que a esa edad conlleva unos juegos enérgicos.
Los hallazgos no sorprendieron al Dr. Glen Elliott, jefe psiquiatra y director médico del Consejo de Salud Pediátrica en Palo Alto, California.
"Creo que la observación de que los niños y adolescentes con (y sin) autismo tienen una tasa alarmante de obesidad está bien establecida", comentó Elliott. "Lo que está menos claro es qué se puede hacer exactamente respecto a los problemas con el peso".
Ya es muy difícil abordar la obesidad en los niños sin discapacidades del desarrollo, así que sugerir restricciones calóricas a los niños autistas con frecuencia resultará inútil, dijo.
"Para algunos padres, introducir el ejercicio regular en la vida de sus hijos autistas resulta más fácil, porque las rutinas como las caminatas o montar bicicleta a diario tienden a mantenerse una vez se han establecido", dijo Elliott. Pero quizá eso no sea suficiente cuando algunos fármacos, como los antipsicóticos atípicos, aumentan el peso y fomentan el crecimiento de células grasas en el área abdominal.
"Si el culpable es el medicamento, ¿cómo equilibramos los beneficios contra el riesgo?", preguntó Elliott.
Los padres también pueden intentar reducir el tiempo que los niños autistas pasan con los medios de comunicación, por ejemplo la televisión, apuntó Jack Dempsey, psicólogo pediátrico del Centro de Autismo del Hospital Pediátrico de Texas, en Houston.
"Para reducir el riesgo de obesidad del niño, los padres deben intentar fijar límites sobre el consumo de alimentos ricos en calorías y la cantidad de tiempo que los niños pasan frente a la pantalla desde una edad temprana", dijo Dempsey. También recomendó incorporar la actividad física en la rutina diaria de los niños con la familia.
"Los padres deben tener en cuenta que implementar estas estrategias en los niños con TEA es difícil, y no desanimarse ante las dificultades", añadió Dempsey.
Hill añadió que también es importante que los padres no ignoren el peso del niño aunque estén trabajando para abordar los otros problemas que tenga.
"Esperamos que nuestros hallazgos animen a los proveedores de atención sanitaria a comenzar pronto a pensar y a abordar de forma proactiva los problemas del peso, de forma que no terminen siendo la última prioridad", comentó Hill.
Más información
Para más información sobre el autismo, visite los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU.
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