JUEVES, 20 de enero de 2022 (HealthDay News) -- Para los padres que tienen un hijo con diabetes tipo 1, la afección de salud puede ser difícil de gestionar, pero una nueva investigación sugiere que un sistema de "páncreas artificial" podría ganarle al tratamiento estándar en cuanto al control de la enfermedad de azúcar en la sangre en los niños pequeños.
Ya hay formas de la tecnología, que monitoriza y regula el azúcar en la sangre de forma automática, para los adultos y los niños con diabetes tipo 1. Se ha mostrado que los sistemas mejoran el control del azúcar en la sangre, y que les facilita la vida a las personas con la enfermedad.
Hasta hace poco, la mayor parte de la investigación sobre los páncreas artificiales se ha enfocado en adultos o niños mayores, aunque en Estados Unidos hay un sistema aprobado para los niños de a partir de 2 años.
El nuevo estudio, que se publicó el 20 de enero en la revista New England Journal of Medicine, amplía las evidencias de que la tecnología es segura para los niños pequeños y en edad preescolar, y que podría mejorar el control de su enfermedad.
La diabetes tipo 1 es mucho menos común que la diabetes tipo 2, que en general ataca en la adultez y que con frecuencia se asocia con la obesidad.
La diabetes tipo 1 es provocada por un ataque erróneo del sistema inmunitario a las células productoras de insulina en el cuerpo. La insulina es una hormona que regula el azúcar en la sangre, y las personas con diabetes tipo 1 deben tomar insulina sintética a diario.
Tradicionalmente, esto significaba pincharse los dedos múltiples veces cada día para medir los niveles de azúcar en la sangre, y entonces inyectarse la cantidad correcta de insulina.
Algunos avances han hecho que la tarea sea más fácil. En lugar de inyecciones, las personas pueden elegir una "bomba" que administra dosis de insulina a lo largo del día mediante un pequeño tubo ubicado justo debajo de la piel. Y una alternativa a los pinchazos en los dedos es un monitor continuo de glucosa, un dispositivo que monitoriza el azúcar en la sangre las 24 horas del día, a través de un sensor subcutáneo.
Pero incluso con estas tecnologías, la gestión de la diabetes tipo 1 sigue siendo abrumadora, sobre todo en los niños pequeños, apuntaron los expertos.
Los padres todavía deben calcular la cantidad de insulina que la bomba debe administrar, y hacer cambios frecuentes, tanto de día como de noche, comentó la investigadora principal, la Dra. Julia Ware.
El páncreas artificial, también conocido como sistema híbrido de circuito cerrado, conecta a la bomba de insulina y al monitor de glucosa en un solo sistema automatizado. El mediador es un algoritmo computarizado que analiza las mediciones del monitor de glucosa y ajusta las dosis de insulina de la bomba de forma automática.
"Esta automatización reduce de forma significativa la carga para los pacientes, sobre todo de noche", señaló Ware, del Instituto de Ciencias Metabólicas Wellcome Trust-MRC de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra.
Lo mismo dijo Sanjoy Dutta, vicepresidente de investigación de la JDRF (que antes se conocía como la Juvenile Diabetes Research Foundation), una organización sin fines de lucro que ayudó a financiar el estudio.
"Ahora, los padres pueden dormir toda la noche", aseguró Dutta.
Más allá de esto, un mejor control del azúcar en la sangre desde una edad temprana es crítico, añadió. Con los años, un azúcar en la sangre alto crónico puede dañar a los vasos sanguíneos y nervios de todo el cuerpo. Un mejor control puede reducir los riesgos de complicaciones a largo plazo, como la enfermedad cardiaca, renal y ocular, dijo Dutta.
Los extremos de azúcar en la sangre (muy alto o muy bajo) también puede provocar problemas inmediatos de pensamiento, atención y otras capacidades mentales. Y los niños pequeños tienen una vulnerabilidad particular a esto, apuntó la Dra. Meredith Wilkes, directora médica del Centro de Diabetes Pediátrica de Mount Sinai, en la ciudad de Nueva York.
Wilkes, que no participó en el ensayo, concurrió en que la gestión de la diabetes es particularmente difícil en los niños pequeños: con frecuencia, no pueden sentir los síntomas de los extremos del azúcar en la sangre, y dependen de la monitorización de sus padres y otros cuidadores.
"La esperanza es que una tecnología más reciente, sobre todo los sistemas de páncreas artificiales, no solo mejoren el control [de la diabetes], sino que hagan que la gestión sea más fácil para los cuidadores", planteó Wilkes.
El nuevo ensayo incluyó a 74 niños de 2 a 7 años. Cada uno pasó 16 semanas usando un monitor de glucosa y una bomba de insulina tradicionales, y 16 semanas usando un sistema de páncreas artificial desarrollado por los investigadores de la Cambridge.
En promedio, encontró el estudio, los niños pasaron alrededor de un 72 por ciento del día en un rango normal de azúcar en la sangre cuando usaban el páncreas artificial, poco más de dos horas más que con el tratamiento estándar.
El sistema también redujo los incidentes de azúcar en la sangre muy alto, sin aumentar los bajones de azúcar en la sangre potencialmente peligrosos.
"Ahora mismo, los sistemas híbridos de circuito cerrado son el mejor tratamiento que tenemos", aseguró Dutta.
En Estados Unidos, el MiniMed 770G de Medtronic está aprobado para su uso en niños de incluso apenas 2 años. Y se están estudiando otros sistemas en niños muy pequeños, anotó Dutta.
La tecnología no es barata, y hay un costo continuo de los suministros para el monitor de glucosa y la bomba. Incluso con la cobertura de seguro, el costo puede ser un obstáculo para algunas familias, anotó Dutta.
Más información
El Instituto Nacional de Diabetes y las Enfermedades Digestivas y Renales de EE. UU. ofrece más información sobre los sistemas de páncreas artificiales.
Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor.com
FUENTES: Julia Ware, MD, clinical research associate, Institute of Metabolic Science, University of Cambridge, U.K.; Sanjoy Dutta, PhD, vice president, research, JDRF, New York City; Meredith Wilkes, MD, medical director, Pediatric Diabetes Center, Icahn School of Medicine at Mount Sinai, New York City; New England Journal of Medicine, Jan. 20, 2022