MIÉRCOLES, 11 de agosto de 2021 (American Heart Association News) -- Melissa Geissinger no creía que estaba en peligro, pero cuando el gato a los pies de su cama levantó la cabeza para olfatear el aire, sintió su primera punzada de preocupación.
Salió de su casa en Santa Rosa, California, y allí estaba: el olor asfixiante del humo. Luego entró la alerta telefónica. Los incendios forestales que había pensado estaban bastante lejos, se brincaron la autopista y venían en camino directo hacia ella. Embarazada de siete meses, agarró a sus dos gatos, sus dos perros y unas pocas pertenencias y huyó con su marido, haciendo sonar el claxon del coche para alertar a los vecinos.
Han pasado casi cuatro años desde que el incendio forestal de Tubbs, uno de los más destructivos de la historia de California, arrasó con el vecindario de Geissinger y con más de 36 mil acres de esa región vinícola.
En los meses siguientes, Geissinger sufrió graves ataques de ansiedad y pánico, despertándose por las noches con escalofríos. Buscó consejería, pero sigue teniendo ansiedad por los reportajes aparentemente interminables de los incendios que regresan cada año. "Enterarme de que se avecina un incendio me dispara los síntomas inmediatamente", afirma Geissinger, quien volvió a instalarse en su casa recién reconstruida el año pasado.
"No estoy bien. Después del incendio pensé que solo había sido un acontecimiento extraño, Pero un año a continuación me di cuenta de que se trata de una nueva normalidad".
En las últimas dos décadas, más de 70 mil incendios forestales han destrozado un promedio de 7 millones de hectáreas anuales en Estados Unidos, según las estadísticas del Centro Nacional de Coordinación Interinstitucional. Ese ritmo destructor es el doble del promedio anual de los terrenos que se perdieron en la década de los noventa. Los incendios más grandes y destructores suceden en la costa oeste, donde tan solo el año pasado ardieron 9.5 millones de acres. A nivel mundial, los incendios a una escala sin precedentes han destruido decenas de millones de acres adicionales en Australia, Brasil y Canadá.
Los expertos en materia del clima afirman que el calentamiento del planeta crea condiciones cada vez más cálidas y secas, junto con una mayor velocidad de los vientos que alimentan los incendios.
Prevén que la situación podría empeorar, con temporadas de incendios forestales más largas e intensas que traen consigo consecuencias perjudiciales para la salud, como problemas respiratorios y cardiovasculares relacionados con el humo y la contaminación del aire.
Sin embargo, los daños son más profundos: los incendios forestales también plantean múltiples amenazas para la salud mental que pueden durar mucho tiempo después de que se extinguen las llamas.
"La mayoría de la gente es resiliente y puede recuperarse", afirma Susan Clayton, profesora de psicología del College of Wooster de Ohio. "Pero una cantidad importante de personas tiene problemas de trastorno de estrés postraumático o aumentos de ansiedad y depresión, y eso puede durar incluso después de que la comunidad se haya reconstruido".
Incluso pueden verse afectados quienes no viven cerca de los incendios pero ven en las noticias la destrucción de lugares como el noroeste del Pacífico o el interior de Australia, dijo Clayton, cuya investigación se centra en el impacto psicológico del cambio climático. "La comprensión fundamental que tienen del mundo se ve amenazada de alguna manera".
"Cada vez que ocurre una catástrofe como ésta surgen efectos psicológicos agudos", dijo Jyoti Mishra, profesor asistente del departamento de psiquiatría de la Universidad de California en San Diego. "Sin embargo no es normal sentirse así después de seis meses. Es ahí cuando sabemos que se ha instalado alguna enfermedad crónica y que hay síntomas de salud mental de los que debemos preocuparnos".
A su vez, una angustia psicológica que perdura largo tiempo puede provocar daños en el corazón y el cerebro. El estrés crónico libera niveles elevados de la hormona cortisol, la cual eleva la presión arterial y el riesgo de padecer enfermedades cardíacas. La alta presión también aumenta las probabilidades de los problemas cognitivos como la demencia.
Mishra dirigió un estudio de caso relacionado con los incendios forestales más mortíferos del mundo, el Camp Fire de 2018, que mató a 85 personas en el norte de California y quemó más de 153 mil acres. Su investigación, publicada en el International Journal of Environmental Research and Public Health, concluyó que la exposición directa al fuego aumentaba significativamente el riesgo de sufrir trastornos mentales a largo plazo, como estrés postraumático y depresión.
Incluso la pérdida del paisaje circundante puede afectar a la salud mental de las personas, dijo el Dr. David Eisenman, director del Centro de Salud Pública y Desastres de la Universidad de California en Los Ángeles.
"Han dejado de tener acceso al paisaje que les proporcionaba consuelo espiritual, así como a actividades recreativas, oportunidades de reunirse con la familia y socializar, y a veces incluso de obtener alimentos que solían consumir mediante la caza o la pesca", dijo Eisenman, que también es subdirector del Centro de Soluciones Climáticas Saludables de la UCLA.
Existe una palabra para designar el dolor que ocurre por la pérdida del consuelo psicológico y espiritual que provoca la destrucción del paisaje, dijo Eisenman. "Se denomina solastalgia".
Eisenman dirigió un estudio publicado en EcoHealth acerca del impacto psicológico en los habitantes de cinco pueblos en las cercanías del incendio de Wallow de 2011, mismo que destruyó más de medio millón de acres de bosque cerca de la frontera entre Arizona y Nuevo México. Los que más se consolaban con el paisaje circundante fueron los que más se angustiaban por su destrucción, aunque no sufrieran pérdidas materiales o daños por los incendios.
"La gente dijo que se sentía como si estuviera de luto por la pérdida de un ser querido", agregó. "Se podía oír el duelo en sus voces".
Ayudar a la restauración de los bosques puede ser curativo para las personas con solastalgia, dijo Eisenman. "Tenemos la teoría de que la gente puede seguir conectándose con en el paisaje natural aún estando este quemado y aprovechar la experiencia de manera curativa. El mero hecho de estar al aire libre y conectar con la tierra puede ayudar".
Para quienes se enfrentan al estrés continuo de los incendios recurrentes, tener un plan para evacuar de forma segura puede aliviar los síntomas que afectan la salud mental, dijo Mishra. Cuanto más apoyo social incluya ese plan, mejor. "Las comunidades vulnerables tienen que idear planes para apoyarse mutuamente al pasar por estas experiencias", dijo. "Si una persona se siente aislada, no es bueno que se sienta así en el momento de una catástrofe".
El apoyo ha sido crucial para Geissinger, que ha lidiado con un ciclo tras otro de estrés. Dos meses después de la evacuación, su hijo nació con un defecto cardíaco que requirió varias cirugías.
Su comunidad se unió tras el incendio, creando redes formales e informales. Establecieron páginas en las redes sociales "y planes de evacuación de emergencia, y todo el mundo tiene ahora una bolsa de viaje preparada junto a la puerta", dijo.
"Todos los vecinos de nuestra calle se mantienen en contacto y se alertan mutuamente. Todos tienen la información de contacto personal de los demás. Hace cuatro años, lo único que pude hacer fue avisar con el claxon".
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Por Laura Williamson